domingo, 20 de junio de 2010

El viaje de regreso a Joburg


Dormir es imposible


El bus de regreso a Joburg está hasta las manos. Viene de Mozambique. Tiene la calefacción puesta al máximo, el olor a sudor también. Afuera hace bajo cero. Tiene dos hileras de asientos, una de dos y otra de tres. Todo en el mismo ancho que un bus típico para viajes de media y larga distancia, por lo tanto los asientos son muy estrechos. A mi me toca la hilera de tres, al lado de la ventana. La palanca para “reclinar” el asiento del medio se me incrusta en la pierna izquierda, la de mi asiento se me incrusta en la derecha. Las dos mochilas entre las piernas. Estoy completamente inmovilizado. Rezo por que no me den ganas de mear. El asiento del medio queda vacío, un negro grandote en el del pasillo. Alguien entra el bus, carga cuatro bolsas de supermercado llenas de ropa, es blanco, campera de jean encima del buzo con gorro, pelo largo, las bolsas se le caen pero logra colocarlas en el compartimento de arriba. Finalmente se sienta al lado mío, en el medio. Es argentino pero el acento es raro.

Ramón (pide que lo llame así, por temor a represalias) vive en Dinamarca, en Copenhague, donde tiene un hijo y está desempleado hace varios meses. Dice que sigue a Argentina desde Francia 98 y que también ha viajado por el mundo viendo las Olimpiadas. Vivió en Japón unos años y en 2002 hizo muy buena plata vendiendo camisetas y merchandising que compraba a buen precio en China. En esa época se comió varios días en cana por vender productos no oficiales. En Japón conoció a la madre de su hijo. Se mudó al país escandinavo. Y ahora está en Sudáfrica, vendiendo camisetas chilenas extra large, buscando algún negocio para sobrevivir. Eso cargaba en las bolsas que se caían. Se está quedando en el downtown de Johannesburgo.

Del piso del bus sube un calor insoportable, denso, húmedo. Prácticamente me está quemando las piernas. Mi cabeza se apoya en el polar y este en la ventana helada. Tan fría está que se forma una fina escarcha. Dormir es imposible. El bus para a cada rato y no hay forma de saber que es lo que está pasando. Lo que queda es conversar.

Ramón cree en las respuestas alternativas, en las conspiraciones y los arreglos. Su biblia es Internet y sus evangelistas otros tipos como el. Argentina va a ganar este Mundial. En 2006, en el entretiempo entre Argentina y Alemania, Grondona entró al vestuario y presionó a Pekerman para que perdiera ese partido. El país organizador tiene que llegar a las semifinales. A cambio de ese sacrificio Grondona recibió la confirmación que en 2010 la Copa es para Argentina. Bin Laden está muerto. Existe una ciudad subterránea, Agatha se llama, y por 20.000 dólares una empresa rusa te lleva a conocerla. El SIDA no existe, se puede curar con medicina natural. Su existencia es un enorme negociado para las empresas químicas. La Tierra es hueca. En China hay un agujero de miles de kilómetros de profundidad que lo comprueba. El resto de los planetas también son huecos. Nikola Tesla es el mayor inventor de la historia. Era vegeteriano. EEUU nunca llegó a la Luna. El tiro final que mató a J. F. Kennedy se lo pegó el chofer del auto. Que hay un video que lo muestra. Que Chávez y Castro son espías de la CIA. Que Castro mató al Che y a Camilo Cienfuegos. Si fueran revolucionarios ya estarían muertos. Mucho de esto lo lee en los libros de Walter Graziano, “Hitler ganó la guerra” y “Nadie vio Matrix”, en websites bizarros, libros en inglés de baja tirada, de autores malditos y desclasados. Dice que tiene información que los gobiernos no quieren que se sepa. Me recuerda a George Hamilton, el negro freak que vive con Buddy Bradley (del comic Hate, de Peter Bagge) y su amigo Stinky durante su estadía en Seatle. Hay algo de los X-files, de Mulder y Scully.

Ramón es hincha de River, de Ortega y fana del “Pelado” Díaz. Lo pide para la selección, lo pide para River. “El mejor 9 que ví”, dice. Y no para de decir. Pasamos horas conversando de tópicos diversos. De las Torres Gemelas, (“¿Quién creés que la tiró abajo?”, me pregunta. Me pongo a tono articulando una respuesta que incluye a la corporación industrial-militar de Estados Unidos, Inglaterra y Alemania, las farmacéuticas las bioquímicas, y las petroleras, junto con un sector de la clase política más conservadora y la elite árabe que se beneficia con los movimientos bélicos en Medio Oriente. Cómo sea, no fue un arrebato patriótico religioso de un millonario loco encabezando la Jihad islámica, esa respuesta es una caricatura del Public Enemy #1 para que los medios utilicen. Eso es más para Bond) al Mundial de Basquet en Turquía.

Así se nos fue el viaje. 5 AM en el terminal de buses. Nos reunimos con unos chilenos que viajaban. Dos de ellos, padre e hijo, se alojan en una habitación del Hotel Fórmula 1 que está enfrente de la estación. Las habitaciones son cajas de zapatos, donde se aprovecha todo el espacio. Donde uno creería que hay un placard hay una ducha. Los Formula 1 están por todo Sudáfrica. Y no son tan baratos como se creería. Nos ofrecen ir a la entrada del Hotel a tomar una café de máquina. A esperar que amanezca. Lo ayudo a Ramón con las bolsas, después el me dirá donde puedo tomar uno de los mini buses-taxis blancos que me lleve a Sandton. Argentina juega al mediodía. La espera en el hotel se hace densa por el sueño y el frío. Los alrededores, una especie de Bronx ochentoso en su momento más decadente. Comienza a amanecer, acompaño a Ramón a buscar un hotel. Espera la llegada de su amigo “el uruguayo” con novedades. Se mete en una pocilga. Le cobran 120R la noche, 140R con TV. “Lo más importante, dice, es saber que al final del día uno va a tener un lugar donde descansar y recuperar fuerzas”. Lo espero en la entrada mientras va a la habitación a dejar las bolsas. Le pregunto al conserje cuanto me puede salir un taxi hasta Sandton, o mejor aún, hasta la casa. El precio es prohibitivo. Por sólo 9R me puedo tomar uno de los mini buses que me dejan ahí mismo. Lo negros me miran inquisitivos, pero no amenazantes. I´m cool, low profile.

Los mini buses son el medio de transporte público de los negros en Johannesburgo. Los blancos no los toman. Quizás la gente joven si lo haga. Tienen rutas fijas pero no carteles que las indiquen. Si uno los toma por la calle tiene que conocer las señas. El dedo índice hacia abajo significa “downtown”, para arriba “Soweto”, y así. Pero aquí están las terminales. Ramón sabe cual bus debo tomar, “el dos, el dos”, repite. El se lo tomó varias veces para ir a “Sandtón” (sic). Hay varias terminales, repletas de combis, son blancas son una franja amarilla. Algunas son último modelo, otras crujen a su paso. Las calles cobran vida, en las veredas los negocios, en el medio de la vía los puestos de comida y vegetales, grandes telas donde se amontonan montañas de ropa a la venta. Llegamos a la terminal indicada. Hay hileras, formadas sobre veredas angostas donde la gente hace cola para subir a los mini buses. Una columna dice “2”. Confirmamos el destino. “Avisáme si conseguís una entrada para ver Argentina por 100 dólares”, nos damos la mano y Ramón se va a dormir.

Esperando por la aparición del bus me doy cuenta que soy el único blanco en el lugar, sin embargo esto no parece extrañarle a nadie. Son todos laburantes, se nota en las ropas arregladas y en las caras de sueño. Las mujeres son mayoría en la estación, y están mejor vestidas que los hombres. Pasan y paran muchos buses al lado nuestro, nadie dice nada pero todos saben que ese no es el bus a Sandton. Veo los movimientos, los pasajeros tienen roles activos dentro de este sistema. Las colas se respetan y se hacen respetar, abren y cierran las puertas. Los dos pasajeros que se sientan adelante, junto al chofer son quienes recolectan la plata del resto de los pasajeros, hacen las cuentas y dan los vueltos. Una vez sentado (otra vez la calefacción al máximo) le doy mi plata (10R) al pasajero de al lado, un negro desdentado con uniforme de guardia, que le pasa todo el dinero junto a una mujer adelante. En algún momento me llega una moneda de 2R, tengo que darle 1R a una mujer sentada atrás. Alguien entrega 20R y recibe la misma cantidad en monedas. Se hacen cadenas. Y nadie, pero nadie, habla. Todo sucede en el mayor de los silencios, y todos saben exactamente que hacer.


3 comentarios:

Merfox dijo...

Que loco el sistema de pago en el mini bus, muy organizado.
Que grande Ramon, conozco a un par de van por su camino y a veces tiran teorias muy tiradas de los pelos, pero siempre ingeniosas y "encajan" o las hacen encajar.

Unco Claraboya dijo...

Lucas muy buena crónica, qué loco haber encontrado a Ramón. Y sus hipótesis no están nada mal, me quedo absolutamente confiado en el arreglo que pactó Grondona en 2006.
Saludos,


UC

Anónimo dijo...

Esta cronica no la habia leido...esta muy bien Lucas, me encanto!!!!! muy descriptiva, como haces chabon para generar eso...como???

Dani